En otra vida, fuiste mío.

En esta, me tocó mirarte desde lejos. Aunque te tenía cerca, estabas a un abismo de distancia.

No pude acariciarte, ni besarte, ni acurrucarme a tu lado. No pude sentir la fragancia que emanaba de tu piel y que alteraba mis sentidos, me embriagaba.

Se me negó el poder amarte, y sin embargo, te quiero tanto que te mantengo presente día tras día. En mi interior, el fuego de este amor arde, encendiendo una hoguera que consume mis entrañas.

Estoy seguro de que, si te tuviera enfrente, no dudaría en abrazarte. No perdería el tiempo y me fundiría en ti, haciéndonos uno, como en esa otra vida en que te amé y nadie pudo contra nosotros.