«La sangre brota de nuevo de la herida, y el dolor me arranca un grito. Maldigo la vida, que me hizo encontrarte cuando ya era tarde. ¡Ojalá fuera un maldito sueño, una pesadilla que se desvanece al despertar! ¿Qué sentido tiene llorarte una y otra vez? Somos el típico cliché, tú el hombre casado y yo el escritor gay, que sueña con un final feliz…

Esta noche me emborracho, y brindo por mi fracaso. Te amé a destiempo, y te habría amado por siempre, pero solo me queda esta frase que resuena en mi cabeza. A destiempo, y para siempre.»